Que bello. Hace un momento, en mi cama, recordaba aquella noche en Florencia cuando nos detuvimos en medio de la olorosa oscuridad de la Toscana. Algo revisaba el chofer concienzudamente mientras los pasajeros arrullados por el ruido del autobús nos recostábamos con sorprendente sincronía en los vidrios de las ventanas empañadas.
Entonces entendí que es en la penumbra cuando la vista se agudiza porque nos guiamos no por signos sino por movimientos, como las fieras.
Entonces entendí que lo que otros consideran ordinario puede tocarme profundamente y llenarme de dicha hasta las lágrimas.
Entonces entendí que aquel suceso se ha convertido desde anoche en una hermosa metáfora:
Como luz de cigarrillo sostenido por un fantasma, de entre el resto efímero y común, aquella luciérnaga se acercó a mi ventana a dialogar por un momento y quedó viva para siempre en mi memoria.
Entonces entendí que es en la penumbra cuando la vista se agudiza porque nos guiamos no por signos sino por movimientos, como las fieras.
Entonces entendí que lo que otros consideran ordinario puede tocarme profundamente y llenarme de dicha hasta las lágrimas.
Entonces entendí que aquel suceso se ha convertido desde anoche en una hermosa metáfora:
Como luz de cigarrillo sostenido por un fantasma, de entre el resto efímero y común, aquella luciérnaga se acercó a mi ventana a dialogar por un momento y quedó viva para siempre en mi memoria.
Hay un código de luces que no se leer pero que me hace sumamente feliz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario