29.5.06

Visita inesperada


El silvido del viento nos indujo a ver hacia la calle tras besarnos. Tu aliento recorría las persianas como un dedo ansioso e invisible. Sí, te extrañaba. No lo sabía. Pudimos al fin ver la señal mágica: parvadas de bolsas elevándose hacia el cielo. Un remolino de aire caliente y hojas secas bailoteó para nosotros por segundos. Y el vendaval dejó esa tarde repletas las banquetas de basura y vacías nuestras bocas de palabras.