15.12.07

SE FUE PARA SIEMPRE

La deducción más barroca que escuché fue “porque oí que los perros dan su vida a cambio de la de los humanos, a lo mejor, en el futuro tu ibas a tener un hijito que iba a estar en peligro y preferible que se haya muerto tu perro ahora a cambio de ese dolor, no crees? es mejor que se vaya un perrito a que se vaya un humano…”


Todas las palabras, absurdas, razonables, lindas, feas, sin duda eran para darme consuelo y resignación, pero también evidencia de que definitivamente nadie entiende lo que es perder a un perro sin haber experimentado ese amor y compañía tan especiales.


El piojo tenía personalidad,


era realmente un amigo fiel, mi cómplice de cheetos y de aventuras.




Algunas mañanas lo dejaba salir a la calle, para que jugara al burgués rebelde con los perros de la cuadra. Llegaba con un casi-pastor-alemán, un casi-french-poodle, un casi-boxer y un casi-no-se-qué, movían todos la cola, y él movía su cabecilla rápidamente viendo hacia todos ellos como si hiciése un conteo o una presentación, entonces yo vaciaba un poco de sus croquetas de Haute Bourgeois para compartirlas con los pobres.



Ahora sólo me queda un llanto silencioso al ver sus juguetitos, sus huellas en el asiento de copiloto, sus amigos vagos que pasan, se detienen, olfatean el aire y se van. Me pregunto si huelen que no está, o si huelen mi tristeza y la falta que me hace.

Y eso es lo que me queda, el lenguaje. Aprendí a observar a los animales y a reconocer que ellos también tienen algo qué expresar en este mundo.

Sólo me hace feliz la certeza de que el tiempo que vivió fue un cínico perro feliz, muy amado por todos y que la frase de vida de perro tiene ahora otra connotación.