
Cual mujer de campo, joven aún pero con arrugas prematuras por el polvo del desierto, mi ciudad crece expandiéndose hacia un espacio infinito. Fraccionamientos nuevos aparecen junto a las recién envejecidas colonias y en cada semáforo, por medio de
algún signo, reflexiono en la huella que han dejado otros y en la que yo dejaré como parte de este pueblo del mundo. Cada espacio muestra un mensaje recordándome que pasar no es suficiente, que vivir no es suficiente, que trabajar no es suficiente.
No es Juan que perpetúa su amor por Lucía con fotocopias impresas en papel de colores, ni la fe en la Virgen de Guadalupe que se repite en cientos de murales. Tampoco el nombre grafiteado con aerosol por un adolescente resentido.
Es resistirse a ser ignorados?
No sé.
Es como una antigua necesidad de difundir nuestras vidas en los espacios del tiempo.